sábado, 16 de mayo de 2020

Baldomero Alejos, uno de los predecesores del Retoque Digital

   

                                                                            Por: Wálter Alejos Calderón

Cuando hablamos de fotografía y retratos, el retoque fotográfico se vuelve imprescindible y necesario.   Las personas desean  salir bien en una fotografía; tanto damas y varones  a través del tiempo, se han preocupado por lucir un rostro agradable, una tez suave y sin imperfecciones, un cabello bien arreglado, disimular la papada y mostrar ojos relucientes.

Este deseo innato de los seres humanos se puede corregir.  Actualmente, existen técnicas como el Photoshop, en sus diferentes versiones y que han sido mejoradas permanentemente, que permite al que sabe utilizarlo, efectuar todo este trabajo utilizando una computadora, un mouse, el teclado y el Software. Este programa tiene tantas herramientas que fácilmente se puede retocar un rostro o los fondos, vestimenta etc. en una  fotografía.

Hoy en día todos los celulares modernos de pantalla tienen herramientas o aplicativos que le permiten el retoque automático, debido a que están programados de  manera tal que el usuario puede elegir el efecto en el rostro que desea tener, suavizar  la arrugas y muchos otros cambios, con solo presionar en la pantalla. No se necesita tener amplios conocimientos de fotografía para hacerlo y hasta los niños lo pueden hacer si mayores problemas.

 ¿Cómo se retocaba antes de la creación de softwares como Photoshop?


Baldomero Alejos Bautista considerado como uno de los cuatro grandes fotógrafos peruanos, fue un verdadero artista que dominaba a la perfección el retoque fotográfico en las fotos en blanco y negro. Esta era su técnica:

Tomaba el negativo en Blanco y negro, le colocaba una gota de Matolina, y lo dispersaba suavemente sobre la parte opaca del negativo y esperaba que seque. A continuación, utilizaba un lápiz Stadtler de grado 1,2,3 de acuerdo con la densidad del negativo.  Con una punta muy  aguzada y fina  empezaba a pasar por cada imperfección en el rostro de la persona, con una suavidad y pulso extraordinario, consiguiendo suavizar una  arruga, o quitar manchas exactamente con el mismo tono de la tez de la persona, de manera que conseguía un cutis terso y atractivo.  Podía corregir o perfilar una nariz o cambiar de tono el iris de los ojos y también reducir un poco las “papadas” en las damas o en los caballeros subiditos de peso.
Baldomero  explicaba, cuando me enseñaba el retoque, que existían limitaciones en el grado de retoque que se hacía en un rostro. Por ejemplo, no se debería reducir totalmente las arrugas en una persona mayor o  las “patas de gallo” cerca a los ojos, porque la fisonomía de una persona va cambiando con los años y quitar todas las arrugas de una persona de 50 años, sería como tener a una persona de  20 o 25 años, con la expresión en su rostro no coincidente con su fisonomía actual. Entonces se podía suavizar bastante, pero sin deformarla ni alterarla en su naturaleza.  Aquí un ejemplo del grado de retoque en sus fotografías.


Igualmente, Baldomero enseñaba que no se puede reducir la “papada” totalmente porque la persona aparentaría  tener “bocio” que es una inflamación  en el cuello debajo del rostro. Solo había que trabajar en suavizar las sombras y adelgazar un poco el cuello. También con un  trabajo fino, cabello por cabello se podría eliminar puntas o pelo suelto, arreglar los bigotes en los caballeros, pero no agregar cabellera ni hacer más  densa la barba.



Indudablemente el maestro Alejos tenía muchísima paciencia, pero sobre todo un arte genuino. Su labor era embellecer a las personas, de allí su fama de gran retratista. Sólo con un lápiz podía lograr este prodigio, tal es así, que el diario de mayor circulación en el Perú, El Comercio, en su primera plana del 1ro de abril del 2006, a raíz de la exposición en la Universidad de Harvard y en París, publicó una de sus espectaculares fotografías con el título  ALEJOS: EL PRECURSOR DEL RETOQUE DIGITAL.

El arte del retoque profesional, Baldomero Alejos lo aprendió de su maestro, el gran fotógrafo Don Diego Goyzueta, entre 1920 a 1922, cuando trabajaba para él en su Estudio fotográfico en Lima.

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